Por Mary Bannister
El lunes 16 de Marzo cerraron las escuelas públicas de la ciudad de Nueva York, y no volverían a abrir por el resto del año escolar. Mi escritorio en la EP 294 tiene una pila de papeles abandonados debajo del alegre letrero que lleva mi nombre envuelto en flores de acuarela. Mis trastes de cocina se encuentran en su estado habitual de desorden leve, y el jardín de la escuela espera, ahora desatendido y salvaje, contando la historia de alguien que se fue para el fin de semana, esperando regresar. Con apenas un respiro para anticiparlo, los estudiantes, padres, maestros y el personal aquí y en todo el país tuvieron que abandonar los edificios de las escuelas, dejándolos sumidos en un silencio inquietante, a cambio del mundo del aprendizaje virtual; incluyendo la educación alimentaria. Las miembros del Servicio FoodCorps de Community Food Action de las escuelas 294 y 42, sumergidas en una nueva ola de creatividad, estamos ahora grabando video-lecciones, publicando avisos de discusión y enviando paquetes a nuestros estudiantes con suministros de jardinería e ingredientes de recetas.
Pero con poca participación en la clase virtual y casi la mitad de mis alumnos sin iniciar sesión en absoluto, es fácil desanimarse. Me preocupan los peques con los que duré meses construyendo relaciones; quienes ahora se ven afectados por el aislamiento social y enfrentan la pérdida de seres queridos durante un momento de extrema dificultad económica. A través de esto, sin embargo, me he dado cuenta de la importancia de centrarme en las pequeñas victorias, en las conexiones simples y los momentos tranquilos.
Todo se ha desacelerado para mí, y disfrutar de lo pequeño se ha vuelto esencial. Tan pronto como cerraron las escuelas, compré semillas de flores, hierbas y vegetales, tierra y macetas y decidí cultivar algunas plantas para transferirlas al jardín de la escuela una vez que la escuela volviera a abrir. Aún no está claro si mis plantas encontrarán un hogar en el jardín de la escuela ni cuándo lo harán, pero crecen cada día más y más! He mantenido a mis alumnos al tanto de cada paso del camino. Y como he estado pasando adentro la mayoría de los días, les presto atención a estas plantas que ahora viven al borde de mi ventana, de una manera que no habría tenido tiempo en mi vida anterior al COVID. No hay brotes nuevos ni hojas caídas que se me escapen. Les pido a mis alumnos que animen a las plantas porque eso es lo que he estado haciendo yo. De algún modo, estoy también animándonos a todos, especialmente a mis estudiantes y sus familias.
No estar físicamente en el mismo lugar que mis alumnos hace que las cosas parezcan fuera de mi control. Y solo puedo esperar que, independientemente de sus circunstancias únicas, mis estudiantes estén aprovechando al máximo el aprendizaje a distancia. Esta distancia entre nosotros hace que cada conexión con mis estudiantes se sienta más significativa. Un estudiante en particular, siempre el miembro más entusiasta y motivado de mi Club de Huerta de Después de la Escuela, nunca deja de comentar mis videos cada semana. Cuando mis estudiantes comparten que han hecho una receta, o los veo discutiendo y animándose unos a otros en el salón virtual, se siente como una victoria, y esas victorias son más importantes ahora que nunca. Hay fuerza en la conexión.