Se Siente la Comunidad en el Bronx por Stephanie Cataquet

Como alguien que nació y creció en el Bronx, debo admitir que vivir en el sur del Bronx nunca ha sido fácil. Y desde el inicio de la pandemia, las cosas se han vuelto aún más difíciles. Con la creciente necesidad de máscaras, reuniones virtuales y distanciamiento social, el sentido de comunidad que hizo del Bronx no solo mi dirección, sino mi hogar, ha ido disminuyendo. Pero a través de mi trabajo en el Mercado Local de la 170, mis sentimientos de comunidad y hogar se han revitalizado.

Alberto es uno de tres jóvenes residentes de Mount Eden que trabajó en el Mercado Local de la 170.

Los puestos de productos agrícolas podrán salpicar las calles de nuestro municipio, pero aquellos como el Mercadito de la 170 son pocos y distantes entre sí. Solo hay 24 quioscos agrícolas en el Bronx que brindan a las familias la opción de utilizar sus beneficios de gobierno para compensar el aumento del precio de los alimentos, y aún menos los que son administrados por líderes juveniles de la comunidad. Tener adolescentes empleados en nuestro puesto agrícola ha contribuido en gran medida a ayudar a renovar el sentido de comunidad que siento. Cada semana, puedo ver a nuestros adolescentes venir y conectarse con su comunidad de una manera significativa.

No se habla de armas, drogas, violencia o cualquiera de los otros problemas que afectan a muchos de los jóvenes de nuestro municipio. Todo lo que se puede escuchar son conversaciones ligeras, música y risas. Y esto se extiende más allá de las simples conversaciones entre el personal. Las mismas charlas serenas ocurren entre los adolescentes y nuestros clientes habituales que frecuentan nuestro puesto semanalmente. He tenido el placer de escuchar conversaciones sobre diferentes productos que las familias quieren probar en las próximas semanas, recetas y consejos para cocinar todo tipo de verduras, planes para los próximos fines de semana e incluso informes sobre cómo están los miembros de la familia. Y hasta han habido casos de familias que sacan ansiosamente sus teléfonos para mostrar fotos tomadas de ellos mismos preparando y disfrutando las recetas sugeridas por nuestros adolescentes.

Todo esto ha ayudado a que el Bronx se sienta más como mi hogar nuevamente. Cada semana puedo ser parte de la reconstrucción de una comunidad que las drogas, la violencia y una pandemia han tratado de destruir; puedo presenciar el crecimiento y el aprendizaje de la próxima generación de líderes; y veo nacer la pasión por el cambio y el progreso. Esta temporada en el Mercado de la 170 me ha ayudado a recordar que el Bronx es un lugar resistente, lleno de mentes geniales y corazones aún más grandes, y nunca se nos debe descartar.