Absorbidos por el quehacer de cada día, se nos hace difícil hacer una pausa y apreciar las pequeñas cosas; el verde vivo de las plantas, el aroma de las flores, el vuelo de las aves. Y a medida que ha aumentado nuestro tiempo frente a la televisión o con los aparatos digitales, ha disminuido la destreza de nuestros sentidos, y ha incrementado nuestro desapego a la naturaleza, lo cual se manifiesta en apatía hacia los ataques de la que es víctima, no solo ella, sino nosotros mismos, sus habitantes. ¿Cómo podemos reactivar el amor por la naturaleza?, y aún más importante, ¿qué podemos lograr cuando alimentamos ese amor? Las respuestas a estas preguntas son lo que le dan dirección a la gestión que realizo como agente comunitario y educador.
Con el fin de explorar aquellas preguntas mencionadas anteriormente, y en colaboración con nuestra escuela asociada, The Walton Avenue School, llevamos a cabo una serie de talleres para padres que llamamos “Bienestar en la Naturaleza del Jardín: Redescubriéndonos a Través de la Maleza”. ¿El objetivo?, pensar, discutir, y entender las maneras en las que encarnamos muchas de las cualidades de nuestras hermanas las “malas hierbas”. Esta no es una idea nueva: tenemos más cosas en común con las plantas de las que imaginamos.
Y, de hecho, en uno de estos tres encuentros, salimos más allá de los confines inicialmente pensados: el jardín de la escuela. Una tranquila mañana de Junio tomamos el bus hacia el Foodway , un parque/bosque silvestre en donde nos permitimos regresar a nuestro pasado de recolectores, oliendo las matas, probando las bayas, curioseando, indagando, tocando, y haciéndonos preguntas importantes: ¿por qué es ilegal en NYC comer de los árboles silvestres?, ¿por qué debemos capitalizarnos de cada oportunidad de negocio?, ¿es correcto lucrar de la Madre Tierra?
Durante nuestro último encuentro, con hojas y flores que recolectamos en el parque/bosque, enmarcamos nuestras reflexiones sobre las maneras en las que nos parecemos a las “malas” hierbas. “Atención”, dijo alguien, “tanto las plantas como los humanos necesitamos atención”. Y como lo diría la poeta Maria Oliver, “la atención es el comienzo de la devoción”; y como más tarde la educadora Ann Pelo complementaría, “y la devoción es el comienzo de la acción”. ¿Cómo queremos accionarnos para proteger nuestra casa, la Tierra?
Por Maria Caicedo
Coordinadora de Cocina y Huerta