Por Maria Caicedo, Coordinadora de Cocinar y Jardin
Yo creo que enseñar a los niños a través de la comida no solo es valioso sino indispensable. Los talleres de Farmers Markets for Kids crean un espacio para conversar e interactuar con alimentos saludables; al aire libre, en la calle, donde las personas son libres de unirse, compartir y aprender juntas. Lo sabemos porque cada vez que sostenemos un vegetal para mostrárselo a los niños y ellos no saben lo que es, esa es una advertencia de que aquel niño/a o niños están perdiendo lentamente esa conexión innata que todos tenemos con la naturaleza. Lo hemos visto tantas veces. Cualquier tipo de hoja verde se convierte en «ensalada», pero ¿cuál es su nombre? ¿Cómo crece? ¿Cuánto tiempo se tarda en llegar de la huerta a la mesa? ¿Quién la cosecha? Todas estas son preguntas válidas e importantes para que los niños se pregunten. La comida viene de la tierra, de las plantas. Antes de ser bombardeados con alimentos procesados, todo lo que comíamos eran plantas, y carne de los animales que cazábamos.
En FMK, encontramos espacio para abordar estos temas, y los niños tienen mucha información. Algunos saben más de lo que a veces esperamos. Y en otras ocasiones, nos quedamos perplejos por todo lo que no saben. Es por eso que cada vez que le presentamos un vegetal nuevo a un niño y le encanta, nos ponemos locos de contento.
Hace un par de semanas, les mostramos a nuestros niños diferentes tipos de papas y enfatizamos que hay muchas más que las que podríamos traer al mercado. Al ver una morada, un niño gritó «¡es una parpa!» (por ser púrpura). Debemos exponer a los niños a las muchas variedades de verduras y frutas que existen para que comprendan que la tierra es rica y diversa, al igual que su gente. Más recientemente, cocinamos una receta con repollo, o col, como también se le conoce, y los niños no lograban comprender las líneas y curvas que se observaban cuando la cortamos por el medio. Para ayudarles a visualizar un repollo desde el interior, les pedimos que juntaran las palmas de sus manos, una sobre otra de forma superpuesta, y luego les pedimos a grupos de niños que lo hicieran juntos para que pudieran ver que sus muchas manos eran como las capas de repollo. Que se unían para formarlo. Cada vez que los niños tienen un momento de aprendizaje experiencial de este tipo, entienden mejor y desarrollan casi un reconocimiento renovado e instantáneo por lo que están aprendiendo. Las manos se juntan para hacer un repollo, para apoyar, para cocinar, para impulsar el cambio.
Cuando comenzamos la temporada FMK por primera vez este año, parecía que pasaría mucho tiempo antes de que cerráramos la “tienda” pero el tiempo realmente vuela y nos acercamos al final, cuando nos escondemos durante los meses de invierno. Y extrañaremos nuestras manos de repollo, nuestras cabezas de «parpa».