Como alguien que nació y creció en el Bronx, debo admitir que vivir en el sur del Bronx nunca ha sido fácil. Y desde el inicio de la pandemia, las cosas se han vuelto aún más difíciles. Con la creciente necesidad de máscaras, reuniones virtuales y distanciamiento social, el sentido de comunidad que hizo del Bronx no solo mi dirección, sino mi hogar, ha ido disminuyendo. Pero a través de mi trabajo en el Mercado Local de la 170, mis sentimientos de comunidad y hogar se han revitalizado.
Los puestos de productos agrícolas podrán salpicar las calles de nuestro municipio, pero aquellos como el Mercadito de la 170 son pocos y distantes entre sí. Solo hay 24 quioscos agrícolas en el Bronx que brindan a las familias la opción de utilizar sus beneficios de gobierno para compensar el aumento del precio de los alimentos, y aún menos los que son administrados por líderes juveniles de la comunidad. Tener adolescentes empleados en nuestro puesto agrícola ha contribuido en gran medida a ayudar a renovar el sentido de comunidad que siento. Cada semana, puedo ver a nuestros adolescentes venir y conectarse con su comunidad de una manera significativa.
No se habla de armas, drogas, violencia o cualquiera de los otros problemas que afectan a muchos de los jóvenes de nuestro municipio. Todo lo que se puede escuchar son conversaciones ligeras, música y risas. Y esto se extiende más allá de las simples conversaciones entre el personal. Las mismas charlas serenas ocurren entre los adolescentes y nuestros clientes habituales que frecuentan nuestro puesto semanalmente. He tenido el placer de escuchar conversaciones sobre diferentes productos que las familias quieren probar en las próximas semanas, recetas y consejos para cocinar todo tipo de verduras, planes para los próximos fines de semana e incluso informes sobre cómo están los miembros de la familia. Y hasta han habido casos de familias que sacan ansiosamente sus teléfonos para mostrar fotos tomadas de ellos mismos preparando y disfrutando las recetas sugeridas por nuestros adolescentes.
Todo esto ha ayudado a que el Bronx se sienta más como mi hogar nuevamente. Cada semana puedo ser parte de la reconstrucción de una comunidad que las drogas, la violencia y una pandemia han tratado de destruir; puedo presenciar el crecimiento y el aprendizaje de la próxima generación de líderes; y veo nacer la pasión por el cambio y el progreso. Esta temporada en el Mercado de la 170 me ha ayudado a recordar que el Bronx es un lugar resistente, lleno de mentes geniales y corazones aún más grandes, y nunca se nos debe descartar.